Los amantes [Cuento. Texto completo] Juan Rodolfo Wilcock | |
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Capitán Luiso Ferrauto [Cuento. Texto completo] Juan Rodolfo Wilcock | |
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Un espacio de los habitantes del Taller de Literatura Sebastian Piana,para encontrarnos entre nosotros y con los textos.
Los amantes [Cuento. Texto completo] Juan Rodolfo Wilcock | |
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Capitán Luiso Ferrauto [Cuento. Texto completo] Juan Rodolfo Wilcock | |
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Aqui les dejo el texto referido a la última consigna. Gabriel.
SEIS PERSONAS
PRIMERA SINGULAR
Fue una tarde de verano. Los hombres, contratados por mi padre, trabajaban en la vereda de la casa, eran tres; recuerdo el sudor corriéndoles por la cara, y las camisas empapadas. Uno de ellos, arrodillado en el piso, era el que colocaba las baldosas y daba las órdenes, los otros se ocupaban del pastón y le arrimaban lo que el hombre les pedía gruñendo monosílabos por lo bajo. Yo jugaba con la arena que el camión había volcado sobre la vereda y la calle, quería hacer un túnel que dejara pasar el agua de la zanja de lado a lado. Uno de los hombres, el encargado del pastón, le pidió a mi viejo pasar al baño. Volvió enseguida y se agachó como para clavar la pala en la mezcla. Pero no, se levantó el pantalón hasta casi la rodilla y algo escondió en la media. Lo que fuera, brillaba. Entré a la casa y busqué en el botiquín del baño, faltaba la maquinita de afeitar, era una Gillette nueva, último modelo, girando una perilla en la base del mango se abría por arriba y allí se colocaba la hojita nueva: “Platinum Plus” usaba mi viejo. Lo fui a buscar y le conté. “Vamos”, me dijo. La panza me hacía cosquillas cuando salimos a la calle y tuve que señalarlo al del pastón estirando el dedo, delante de todos. El que colocaba las baldosas, sin levantarse, exhaló un quejido a medias entre el reto y la sorpresa. El otro apenas me miró, supe que tenía los ojos negros y que se sonreía. Después, a regañadientes devolvió la máquina, bajó la cabeza, y ya no miró a nadie más a la cara. El hombre arrodillado volvió a gruñir, esta vez algo más fuerte; el peón agarró sus cosas y salió caminando calle abajo. El sudor le pegaba la camisa a la espalda y por un momento lo hizo brillar bajo el Sol
A partir de ese día no pude parar. Esa primera vez creí estar haciéndole un favor a mi viejo, ya no más; ahora, ando estirando el dedo siempre a la búsqueda de algún cosquilleo en la panza.
SEGUNDA SINGULAR
Fue una tarde de verano. Los hombres, contratados por tu viejo, trabajaban en la vereda de la casa, eran tres; ¿te acordás del sudor corriéndoles por la cara, y de las camisas empapadas? Uno de ellos, arrodillado en el piso, era el que colocaba las baldosas y daba las órdenes, los otros se ocupaban del pastón y le arrimaban lo que el hombre les pedía gruñendo monosílabos por lo bajo. Vos jugabas con la arena que el camión había volcado sobre la calle y en la vereda, querías hacer un túnel que dejara pasar el agua de la zanja de lado a lado. Uno de los hombres, el encargado del pastón, le pidió a tu viejo pasar al baño. Volvió enseguida y se agachó como para clavar la pala en la mezcla. Pero no, se levantó el pantalón hasta casi la rodilla y algo escondió en la media. Lo que fuera, te hizo brillar los ojos. Entraste a la casa y buscaste enceguecido en el botiquín del baño, faltaba la maquinita de afeitar, era una Gillette nueva, último modelo; girando una perilla en la base del mango, se abría por arriba y allí se colocaba la hojita nueva: “Platinum Plus” usaba tu viejo. Lo fuiste a buscar y le contaste. “Vamos”, te dijo. La panza te hacía cosquillas cuando saliste a la calle y lo señalaste al del pastón estirando el dedo, delante de todos. El que colocaba las baldosas, sin levantarse, exhaló un quejido a medias entre el reto y la sorpresa. El otro apenas te miró, tenía los ojos negros y se sonreía. Después, a regañadientes devolvió la máquina, bajó la cabeza y ya no miró a nadie más a la cara. El hombre arrodillado volvió a gruñir, esta vez algo más fuerte; el peón agarró sus cosas y salió caminando calle abajo. El sudor le pegaba la camisa a la espalda y por un momento lo hizo brillar bajo el Sol
A partir de ese día ya no paraste. Esa primera vez creíste estar haciéndole un favor a tu viejo; ahora, andás estirando el dedo siempre a la búsqueda de algún cosquilleo en la panza.
TERCERA SINGULAR
Fue una tarde de verano. Los hombres, trabajaban en la vereda de la casa, eran tres; el sudor les corría por la cara, y tenían las camisas empapadas. Uno de ellos, arrodillado en el piso, era el que colocaba las baldosas y daba las órdenes, los otros se ocupaban del pastón y le arrimaban lo que el hombre les pedía gruñendo monosílabos por lo bajo. El pibe jugaba con la arena que el camión había volcado sobre la calle y la vereda, quería hacer un túnel que dejara pasar el agua de la zanja de lado a lado. Uno de los hombres, el encargado del pastón, le pidió al dueño de casa pasar al baño. Volvió enseguida y se agachó como para clavar la pala en la mezcla. Pero no, se levantó el pantalón hasta casi la rodilla y algo escondió en la media. Lo que fuera, brilló en los ojos del pibe que entró a la casa y se puso buscar en el botiquín del baño, faltaba la maquinita de afeitar, era una Gillette nueva, último modelo, girando una perilla en la base del mango se abría por arriba y allí se colocaba la hojita nueva: la “Platinum Plus” que usaba su padre. Lo fue a buscar y le contó. “Vamos”, le dijo. La panza le hacía cosquillas cuando salió a la calle y tuvo que señalarlo al del pastón estirando el dedo, delante de todos. El que colocaba las baldosas, sin levantarse, exhaló un quejido a medias entre el reto y la sorpresa. El otro apenas se dignó mirar al muchacho, tenía los ojos negros y se sonreía. Después, a regañadientes devolvió la máquina, bajó la cabeza, y ya no miró a nadie más a la cara. El hombre arrodillado volvió a gruñir, esta vez algo más fuerte; el peón agarró sus cosas y salió caminando calle abajo. El sudor le pegaba la camisa a la espalda y por un momento lo hizo brillar bajo el Sol
Esa vez creyó estar haciéndole un favor a su padre. A partir de ese día ya no pudo parar; ahora, anda estirando el dedo siempre a la búsqueda de algún cosquilleo en la panza.
PRIMERA PLURAL
Fue una tarde de verano. Los hombres, que el viejo contrató, trabajaban en la vereda, eran tres; ¿te acordás del sudor corriéndoles por la cara, y las camisas empapadas? Uno de ellos, arrodillado en el piso, era el que colocaba las baldosas y daba las órdenes, los otros se ocupaban del pastón y le arrimaban lo que el arrodillado les pedía gruñendo monosílabos por lo bajo. Nosotros jugábamos con la arena que el camión había volcado sobre la calle y la vereda, queríamos hacer un túnel que dejara pasar el agua de la zanja de lado a lado. Uno de los hombres, el encargado del pastón, le pidió al viejo pasar al baño. Volvió enseguida y se agachó como para clavar la pala en la mezcla. Pero no, se levantó el pantalón hasta casi la rodilla y algo escondió en la media. Lo que fuera, brillaba. Entramos a la casa y buscamos en el botiquín del baño, faltaba la maquinita de afeitar, era una Gillette nueva, último modelo, girando una perilla en la base del mango se abría por arriba y allí se colocaba la hojita nueva: “Platinum Plus” usaba el viejo...¿te acordás? Lo fuimos a buscar y le contamos. “Vamos”, nos dijo. La panza nos hacía cosquillas cuando salimos a la calle y tuvimos que señalarlo al del pastón estirando juntos los dedos, delante de todos, para darnos valor. El que colocaba las baldosas, sin levantarse, exhaló un quejido a medias entre el reto y la sorpresa. El otro apenas nos miró, tenía los ojos negros y nos sonreía. Después, a regañadientes devolvió la máquina, bajó la cabeza, y ya no miró a nadie más a la cara. El hombre arrodillado volvió a gruñir, esta vez algo más fuerte; el peón agarró sus cosas y salió caminando calle abajo. El sudor le pegaba la camisa a la espalda y por un momento lo hizo brillar bajo el Sol
A partir de ese día no pudimos parar. Esa primera vez creíamos estar haciéndole un favor al viejo, ya no más; ahora, cada uno por su lado anda estirando los dedos siempre a la búsqueda de algún cosquilleo en la panza.
SEGUNDA PLURAL
Fue una tarde de verano. Los hombres, contratados por su padre, trabajaban en la vereda de la casa, eran tres; ¿recuerdan el sudor corriéndoles por la cara, y las camisas empapadas? Uno de ellos, arrodillado en el piso, era el que colocaba las baldosas y daba las órdenes, los otros se ocupaban del pastón y le arrimaban lo que el hombre les pedía gruñendo monosílabos por lo bajo. Ustedes jugaban con la arena que el camión había volcado sobre la vereda y la calle, querían hacer un túnel que dejara pasar el agua de la zanja de lado a lado. Uno de los hombres, el encargado del pastón, pidió pasar al baño. Volvió enseguida y se agachó como para clavar la pala en la mezcla. Pero no, se levantó el pantalón hasta casi la rodilla y algo escondió en la media. Lo que fuera, les hizo brillar los ojos. Entraron enceguecidos a la casa y buscaron en el botiquín del baño, faltaba la maquinita de afeitar, era una Gillette nueva, último modelo, girando una perilla en la base del mango se abría por arriba y allí se colocaba la hojita nueva: las “Platinum Plus” que eran las que usaba su padre. Lo fueron a buscar y le contaron “Vamos”, les dijo. La panza les hacía cosquillas cuando salieron a la calle y tuvieron que señalarlo al del pastón estirando los dedos, delante de todos. El que colocaba las baldosas, sin levantarse, exhaló un quejido a medias entre el reto y la sorpresa. El otro apenas los miró; tenía los ojos negros y se sonreía. Después, a regañadientes devolvió la máquina, bajó la cabeza, y ya no miró a nadie más a la cara. El hombre arrodillado volvió a gruñir, esta vez algo más fuerte; el peón agarró sus cosas y salió caminando calle abajo. El sudor le pegaba la camisa a la espalda y por un momento lo hizo brillar bajo el Sol
A partir de ese día ya no pudieron parar. Esa primera vez creyeron estar haciéndole un favor a su padre, ya no más; ahora, andan estirando los dedos siempre a la búsqueda de algún cosquilleo en la panza.
TERCERA PLURAL
Fue una tarde de verano. Los hombres, trabajaban en la vereda de la casa, el sudor les corría por la cara, tenían las camisas empapadas. Uno de ellos, arrodillado en el piso, era el que colocaba las baldosas y daba las órdenes, los otros se ocupaban del pastón y le arrimaban lo que el hombre les pedía gruñendo monosílabos por lo bajo. Dos pibes jugaban con la arena que el camión había volcado sobre la calle y la vereda, querían hacer un túnel que dejara pasar el agua de la zanja de lado a lado. Uno de los hombres, el encargado del pastón, le pidió al dueño de casa pasar al baño. Volvió enseguida y se agachó como para clavar la pala en la mezcla. Pero no, se levantó el pantalón hasta casi la rodilla y algo escondió en la media. Lo que fuera, brillaba. Los pibes vieron el destello, entraron a la casa y buscaron enceguecidos en el botiquín del baño, faltaba la maquinita de afeitar, era una Gillette nueva, último modelo, girando una perilla en la base del mango se abría por arriba y allí se colocaba la hojita nueva: la “Platinum Plus” que era de las que usaba el padre. Lo fueron a buscar y le contaron. “Vamos”, les dijo. La panza les hacía cosquillas cuando salieron a la calle y tuvieron que señalarlo al del pastón estirando juntos los dedos, delante de todos, para darse valor. El que colocaba las baldosas, sin levantarse, exhaló un quejido a medias entre el reto y la sorpresa. El peón apenas los miró, tenía los ojos negros y se sonreía. Después, a regañadientes devolvió la máquina, bajó la cabeza, y ya no miró a nadie más a la cara. El hombre arrodillado volvió a gruñir, esta vez algo más fuerte; el peón agarró sus cosas y salió caminando calle abajo. El sudor le pegaba la camisa a la espalda y por un momento lo hizo brillar bajo el Sol.
A partir de ese día no pudieron parar. Esa primera vez creyeron estar haciéndole un favor al padre, ya no más; ahora, cada uno por su lado, andan estirando los dedos siempre a la búsqueda de algún cosquilleo en la panza.
La isla
Estoy en el borde del risco. Ya me alcanzan, no los observo para mantener mi decisión. Aunque sienta como las olas rompen furiosamente contra el acantilado. Miro una vez más mis manos y recuerdo todas las privaciones que pase para conseguirlo, entonces extiendo mis improvisadas alas. Cuando ya pueden verme, me lanzo al agua y aunque al principio caigo, logro atrapar el viento cambiante a tiempo y planeo firme, aunque. De pronto las alas son alcanzadas por un objeto en llamas que las quema irremediablemente, comienzo a caer e intento acomodar mi cuerpo, en línea recta para atravesar el agua, caigo rápidamente, me hundo hasta que ya se me agota el aire, y salgo expulsado hacia la superficie, floto, pero una vez más vuelve a ponerse a prueba mi determinación y mi voluntad de apuntar mi proa a este destino.
Estaba en el borde del risco. Los perseguidores llegaban detrás. Puedo verlos como si fuera hoy. Y aunque podía sentir las olas romper contra la costa muy abajo, tomo confianza con unas alas a base de plumas, cera, y mucho tiempo a la sombra. Mira una vez más sus manos. Entonces se lanza.
Al principio lo vi caer precipitadamente, hasta que las improvisadas alas atraparon el aire. Comenzaba a planear oscilando según como el peso lo guío. Ya está lejos de la costa, aunque creo que todavía podía escucharlos vociferando y sabía que intentaban derribarlo. De pronto las alas son alcanzadas por un proyectil en llamas que las quema irremediablemente. Cae al agua, intenta posicionarse para entrar en línea recta, aunque entonces pensé que estaba perdido, entro al agua profundamente y casi sin sentir resistencia, salio a la superficie. Y ya no pudieron alcanzarlo.
15 de agosto
Todavía lo recuerdo como si fuera hoy. Estabas en el borde del risco y te lanzaste. Ya habías caminado mucho para llegar hasta allí y los riesgos que encarabas no te detuvieron, como no te detuvo la desconfianza, ni el encierro. Este último te dio el tiempo que necesitabas y termino de cerrarte en tu rencor, no quisiste verme antes de irte y yo solo te imagine delante de la multitud cuando huías de este encierro, te pude ver cuando ya habías caído, y flotabas en el horizonte marino, como una mancha borrosa. Espero que hayas alcanzado la costa aunque solo el mar lo sabe. Mi única certeza es que el eco de las olas que rompen contra la playa, me traen tu recuerdo y mi esperanza es que alguna vez te llegue esta carta.
De los que no nos animamos a seguirte, recuerdos reprimidos desde la isla. Espero que los vientos te traigan alguna vez de vuelta a nosotros.
De tu única familia.
Recordamos el día de tu partida. Hoy observamos la misma costa por donde te supiste fugar. Aun que la vigilancia es mayor que en tus días, sabemos que lo lograremos como vos lo hiciste. Esta será la última anotación antes de desaparecer, nadie sabe qué vamos a seguirte. Supongo que para cuando encuentren esta nota sabrán por qué desaparecimos y esperamos que no intenten seguirnos. De cualquier modo es un camino de ida. Bucearemos todo lo que podamos antes de usar los tanques. Aunque estas malditas costas estén plagadas de tiburones, sabemos que por estos animales dejaron de controlar el espacio marítimo, piensan que les tenemos miedo, no más que a seguir viviendo de este modo.
A nuestra única familia.
Informe sobre las últimas fugas
En el día de la fecha se ha descubierto la fuga de 5 individuos de la isla. La fuga data de hace por lo menos una semana, y que la población de la isla niega todo conocimiento de la misma así como del paradero de los individuos buscados. La población consultada se niega a dar información o a cooperar de cualquier modo aún bajo la amenaza de presentar cargos y penas de las más severas.
Lo que sabemos es que la fuga se produjo en horas de la madrugada, por una vía submarina, y que los prófugos contaban con equipos de buceo de alta tecnología y con algún tipo de brújula o implemento de orientación para llegar a alguna de las costas que están a una distancia superior a los diez quilómetros de esta isla, sin contar las condiciones del océano pacífico que la rodea. Aunque falta una investigación ulterior podemos relacionar estas desapariciones con la fuga ocurrida hace 5 años y los intentos conspirativos para desbaratar nuestros sistemas de control y comunicación por “la familia”. Grupo clandestino aun no reconocido con certeza en su composición y magnitud pero del que poseemos la certeza de su alta organización.
Comuníquese y archívese
Javier Alpi
1ra Singular) Fue amor a primera vista. Pero no fue la primera vez. Hoy, por lo menos, fue la cuarta. Siempre me sucede, todo el tiempo. Miro. Y apenas me miran o hablan, ya esta. Me doy por enamorada. No se si al otro le pasa lo mismo. Y se que suele durar poco, casi nada. Pero no lo puedo evitar. Me digo basta, terminala, pero no puedo. Me engancho detrás de quien me de un poco de bola nomás. Tampoco puedo disimular, se me nota. Ya voy a encontrar a quien me quiera bien. Mientras tanto, busco y espero. Creo que la calle me hizo así. No tener donde ir acaso, tal vez la soledad. Uy, me pasa de nuevo, otra vez. Me miran, me sonríen. Me preparo para gustar. Muevo la cola sin parar. Allá voy.
2da Singular) Fue amor a primera vista. Pero no fue la primera vez. Hoy, por lo menos, fue la cuarta. Siempre te sucede, todo el tiempo. Miras. Y apenas te miran o hablan ya esta. Te enamoras. No sabes si al otro le pasa lo mismo. Si sabes que suele durar poco, casi nada. Pero no lo podes evitar. Te enganchas detrás de quien te de un poco de bola nomás. Tampoco podes disimular, se te nota.
¿Encontraras a quien te quiera bien? Mientras tanto, buscas y esperas. ¿Será que la calle te hizo así? ¿No tener donde ir acaso?, tal vez la soledad. Te pasa de nuevo, otra vez. Te miran, hablan y sonríen. Te preparas para gustar. Moves la cola sin parar. Allá vas.
3ra Singular) Fue amor a primera vista. Pero no fue la primera vez. Hoy, por lo menos, fue la cuarta. Siempre le sucede, todo el tiempo. Ella mira. Y apenas la miran o le hablan ya esta. Se da por enamorada. No sabe si al otro le pasa lo mismo. Pero sabe que suele durar poco, casi nada. Pero no lo puede evitar. Quizás se diga basta, no lo se, pero no puede. Se engancha detrás de quien le de un poco de bola nomás. Tampoco puede disimular, se le nota. No se si encontrará a quien la quiera bien. Mientras tanto, busca y espera. Creo que la calle la hizo así. No tener donde ir acaso. O tal vez la soledad.
Le pasa de nuevo, otra vez. La miran y le sonríen. Se prepara para gustar. Mueve la cola sin parar. Allá va.
1ra Plural) Fue amor a primera vista. Pero no fue la primera vez. Hoy, por lo menos, fue la cuarta. Siempre nos sucede, todo el tiempo. Miramos. Y apenas nos miran o hablan, ya esta. Nos damos por enamoradas. No sabemos si al otro le pasa lo mismo. Si que suele durar poco, casi nada. Pero no se lo puede evitar. Decimos basta, pero no podemos. Nos enganchamos detrás de quien nos de un poco de bola nomás. Tampoco sabemos disimular, se nos nota. Ya encontráremos a quien nos quiera bien. Mientras tanto, buscamos y esperamos. Creo que la calle nos hizo así. No tener donde ir acaso, tal vez la soledad. Uy, pasa de nuevo, otra vez. Nos miran y sonríen. Nos preparamos para gustar. Nuestras colas se mueven sin parar. Allá vamos.
2da plural) Fue amor a primera vista. Pero no fue la primera vez. Hoy, por lo menos, fue la cuarta. Siempre les sucede, todo el tiempo. Miran. Y apenas las miran o hablan, ya esta. Se dan por enamoradas. No saben si al otro le pasa lo mismo. Tampoco importa. Pero no lo pueden evitar. Dicen basta, pero no pueden. Se enganchan detrás de quien les de un poco de bola nomás. Tampoco saben disimular, se les nota. Ya encontrarán a quien las quiera bien. Mientras tanto, buscan y esperan.
Creo que la calle las hizo así. No tener donde ir acaso, tal vez la soledad.
Uy, les pasa de nuevo, otra vez. Las miran y sonríen. Se preparan para gustar. Sus colas se mueven sin parar. Allá van.
3ra Plural) Fue amor a primera vista. Pero no fue la primera vez. Hoy, por lo menos, fue la cuarta. Siempre les sucede, todo el tiempo. Miran. Y apenas las miran o hablan, ya esta. Se dan por enamoradas. No saben si al otro le pasa lo mismo. Tampoco les importa. Pero no lo pueden evitar. Dicen basta, pero no pueden. Se enganchan detrás de quien les de un poco de bola nomás. Tampoco saben disimular, se les nota. Ya encontrarán a quien las quiera bien. Mientras tanto, buscan y esperan.
Creo que la calle las hizo así. No tener donde ir acaso, tal vez la soledad.
Uy, les pasa de nuevo, otra vez. Las miran y sonríen. Se preparan para gustar. Sus colas se mueven sin parar. Allá van.
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LA FICCIÓN LITERARIA
1.1. Introducción
El cuento es una de las formas del arte de narrar, el arte de narrar es una de las formas de la literatura y la literatura es una de las formas de la ficción. Fictío-onis viene de fingere, que en latín significaba, por un lado, fingir, mentir, engañar, y por otro, modelar, componer, heñir. De un cuento puede decirse que es ficticio en ambas acepciones pues por un lado simula una acción que nunca ocurrió y por otro moldea lo que sí ocurrió pero apuntando más a la belleza que a la verdad. Un cuento es indiferente a las cosas tangibles. Su valor no depende de la existencia o inexistencia del asunto que narra. De ahí que libreros y bibliotecarios cataloguen el cuento como ficción por antonomasia. Claro que se quedan cortos porque con el mismo derecho podrían catalogar como ficción, no digo la novela, pero también la poesía, el drama y el ensayo literario. En todos estos géneros la realidad es lo de menos. La literatura, toda ella, es siempre ficción. Y viéndolo bien ¿no es ficción cuanto pensamos? La literatura no es ciertamente la única actividad humana que falsea y distorsiona la realidad. Aun la ciencia lo hace. Sólo que la ciencia lo hace a pesar de ella y en cambio la literatura falsea y distorsiona la realidad de propósito.
Pero ¿de qué realidad estamos hablando?
1.2. Un poquito de Kant: las formas
Ante cuestiones como ésta me vuelvo corriendo a las aulas de mis años de estudiante en busca de mis maestros, que me sabrán orientar. Ante todo, del viejo Kant (a quien conocí gracias al viejo Korn, mi profesor de filosofía).
Para Kant —Crítica de la razón pura (1781)— la realidad en sí es incognoscible: sólo conocemos fenómenos (15.2.1.). En este conocimiento hay una materia, que nos es dada, y una forma, impuesta por nuestro yo. Toda experiencia se compone de un factor material, proveído por percepciones sensoriales, y un factor formal, que es el de los conceptos. Conocemos porque las sensaciones se convierten en in-tuiciones al entrar en las formas de nuestra sensibilidad (el Espacio, medio de las yuxtaposiciones, y el Tiempo, medio de las sucesiones) y también porque las intuiciones se convierten en conceptos al entrar en las formas de nuestro entendimiento (categorías de cantidad, cualidad, relación y modalidad). Ambas clases de formas, las de la sensibilidad y las del entendimiento, son formas a priori, esto es, no las aprehendemos ni por la experiencia ni por la inducción; son formas preexistentes que valen de antemano, son condiciones necesarias y universales para que la realidad pueda aparecérsenos ya percibida y entendida. Estas formas a priori son, pues, "constitutivas" de nuestra experiencia del mundo. El conocimiento es una síntesis de dos operaciones heterogéneas: la intuición y el concepto. Puesto que en mi experiencia dos hechos no caben en el mismo lugar ni ocurren en el mismo instante, lo que intuimos es siempre único. Nos asaltan tantos hechos individuales que si nos quedáramos en eso viviríamos en el caos. Los conceptos a priori del entendimiento o categorías son formas que enlazan las múltiples y diversas intuiciones. Pensamos con intuiciones integradas en conceptos y con conceptos abstraídos de intuiciones. Las intuiciones sin concepto serían ciegas, los conceptos sin intuición estarían vacíos. Kant parece distinguir entre forma y materia, entre las formas de las intuiciones y las del entendimiento pero lo hace para en seguida interrelacionar sus funciones: el conocimiento es para él una "unidad sintética", y la síntesis se realiza en la "imaginación productiva". Por intermedio de esta imaginación las categorías a priori pueden aplicarse a las intuiciones empíricas. Intuición y concepto son heterogéneos entre sí y no podrían nunca encontrarse si no fuera porque la imaginación interviene con una "tercera forma", más abarcadora pues es homogénea a la par con la intuición y con el concepto. Tal es la función dual de los "esquemas", que son formas sensorial-intelec-tuales fundadas en la intuición del tiempo y capaces de relacionarse con lo sensorial de la intuición por un lado y con lo intelectual de la categoría por otro. Ya se verá la importancia que esta noción de "esquemas" tiene en la "filosofía de las formas simbólicas" de Cassirer (1.4.). En la Crítica de la razón práctica (1788) Kant intenta aproximar la realidad aparencial (la fenoménica) a la realidad en sí (la nouménica) mediante una exploración de la voluntad, de la acción, de la moral. La moralidad sería imposible, dice, si no fuéramos responsables' de nuestros actos, y esta libertad —incognoscible en la esfera de los fenómenos— mana de la realidad en sí y nos permite elegir entre el bien y el mal. Después de haber explorado los principios a priori del pensamiento y la voluntad Kant explora los del sentimiento en la Crítica del juicio (1790), donde expone su teoría estética. Teoría, no de la materia prima del sentimiento, sino del sentimiento ya transfigurado en formas de belleza. El juicio del gusto —"esto me gusta", "esto no me gusta"— no es un juicio de conocimiento. Conocimiento, ya se ha visto, es la interpenetración de intuición y concepto, y el juicio del gusto es un saber estético que no cabe en conceptos lógicos. "Esto es bello", "esto no es bello" son juicios subjetivos. Lo bello no es una propiedad de las cosas sino un estado de ánimo; el juicio del gusto es un acto mental no cognoscitivo que valora imágenes de cosas en relación con el sentimiento de placer que nos suscitan.
Según Croce la mayor contribución de Kant a la Estética es haber observado que las sensaciones no penetran en el espíritu sino cuando éste les da su forma. La intuición precede al concepto, y este conocimiento intuitivo es el campo que estudia la Estética.
1.3. Un poquito de Croce: la intuición y el concepto
Croce usó algunas fórmulas kantianas. Por ejemplo, cuando dijo que "el arte es una verdadera síntesis a priori estética de sentimiento e imagen en la intuición, de la cual puede repetirse que el sentimiento sin la imagen es ciego y que la imagen sin el sentimiento está vacía" (Nuovi saggi di estética, 1926, p. 33). Pero Croce acentuó más que Kant la autonomía de la intuición. Su pensamiento ha evolucionado por lo menos en tres fases. A saber, el arte como visión (Estética como scienza dett'espressione e Lingüistica genérale, 1902), como lirismo (Breviai'io di Estética, 1912) y como purificación y liberación del sentimiento (La Poesía, 1936). Central, en las tres fases, es la distinción entre intuición y concepto.
Comenzó su Estética con estas palabras que traduzco de una reedición revisada: "El conocimiento tiene dos formas. Es conocimiento intuitivo o conocimiento lógico; conocimiento por la fantasía o conocimiento por el intelecto; conocimiento de lo individual o conocimiento de lo universal; de las cosas o de las relaciones entre ellas; es, en suma, productor de imágenes o de conceptos". La intuición pura —continuó— no es necesariamente percepción de la realidad. La diferencia entre lo real y lo irreal no le concierne. El objeto de la intuición es una imagen ideal, evadida de la existencia práctica. La sensación es una amorfa materia psíquica y, en cambio, la intuición es una energía espiritual que, en una síntesis de sujeto y objeto, da forma a las impresiones crudas. Esencialmente la intuición es expresión: "Ció che non si oggetiva in un'espressione non é intuizione, ma sensazione". Ahora bien, la intuición es independiente del concepto (cuando una intuición está impregnada de conceptos es porque éstos han dejado de ser conceptos para convertirse en elementos de la intuición) pero el concepto, por el contrario, depende de la intuición: "¿Qué es el conocimiento por conceptos? Es conocimiento de cosas, y las cosas son intuiciones. Sin las intuiciones no son posibles los conceptos, como sin la materia de ks impresiones no es posible tampoco la intuición misma". "Puede haber intuición sin concepto, pero no puede existir éste sin aquélla." La Estética estudia la expresión en imágenes de intuiciones individuales.
Diez años después, en el Breviario di Estética, Croce dio un paso adelante y, aunque oponiendo siempre la intuición al concepto, adjudicó a aquélla un contenido: el sentimiento. La intuición es lírica. "¿Qué es el arte?... es visión o intuición... Al definir el arte como intuición se niega que tenga carácter de conocimiento conceptual... La intuición es verdaderamente artística, es verdaderamente intuición y no un amasijo de imágenes sólo cuando tiene un principio vital que la anima fundiéndose con ella ... Lo que da coherencia y unidad a la intuición es el sentimiento: la intuición es verdaderamente tal porque representa un sentimiento, y sólo de eso o sobre eso puede surgir. No la idea, sino el sentimiento, es lo que confiere al arte la aérea ligereza del símbolo... La intuición artística es, pues, siempre intuición lírica" (entendiendo por "intuición" la actividad formadora de imágenes y por "lírica" el contenido sentimental que se ha transfigurado en esas mismas imágenes).
Años más tarde, en La Poesía, Croce completó su pensamiento definiendo la intuición como catarsis. Gracias a la intuición el sentimiento, que es materia reacia, se transfigura en imagen y así, como imagen, se eleva de lo particular a lo universal. En una especie de catarsis el sentimiento se hace goce de la belleza. Sin embargo, en la serenidad alcanzada por la contemplación estética "tiembla aún la emoción como una lágrima en la sonrisa que la ha esclarecido". Comparado con el conocimiento conceptual de la filosofía o la ciencia, el conocimiento intuitivo es un producir, un forjar, un plasmar, un crear, un "poiein", de donde deriva la palabra "poesía"; y en este crear de la poesía se logra la identidad de sentimiento e intuición a la que Croce se refirió con el término que vimos antes: síntesis a príorí estética.
1.4. Un poquito de Cassirer: los símbolos
Cassirer, en sus ideas estéticas, parece estar cerca de las de Croce. Se diferencian, sin embargo, en que las de Croce pertenecen a una "Filosofía dello Spirito" mientras que las de Cassirer pertenecen a una "Philosophy of Human Culture". Croce, con criterio espiritualista, identifica intuición con expresión: ahí, dentro de la conciencia creadora, dice, se agota la actividad estética pues la comunicación material que viene después es mera técnica. Cassirer, con criterio antropológico, da importancia a los medios materiales —sonidos, ritmos, palabras, líneas, colores— de que se vale el artista para exteriorizar su intuición. La semejanza entre Cassirer y Croce se debe en parte a que ambos, al declarar la autonomía del arte y distinguir entre la intuición y el concepto, proceden de Kant. Sólo que Cassirer es mucho más kantiano que Croce.
De Kant toma Cassirer la teoría de las formas del conocimiento. El mundo que conocemos está constituido por las formas de la intuición y del entendimiento. Las categorías a priori pueden aplicarse a las intuiciones empíricas por la mediación de "esquemas", que son formas condicionadas por el tiempo. Estos "esquemas" son homogéneos con las categorías porque también son a priori y homogéneos con las intuiciones porque también implican tiempo (15.3.). Ahora bien, Kant había dado una Crítica de la Razón y Cassirer da una Crítica de la Cultura. Para ello convierte los "esquemas" cognoscitivos en "símbolos" culturales. Interrelaciona las formas del conocimiento (intuición, concepto) con las formas de la cultura (lenguaje, mito, religión, arte, historia, ciencia). La organización mental del hombre se expresa en diferentes actividades y, viceversa, las actividades lingüísticas, míticas, religiosas, artísticas, históricas, científicas son modos de conocer. Las formas del conocimiento y de la cultura se interpe-netran. Así como en Kant el "esquema" era la "tercera forma" que posibilitaba la síntesis de intuición y concepto, en Cassirer el "símbolo" es el factor que sintetiza la forma de la cultura con la forma del conocimiento. Cultura y conocimiento participan del símbolo porque la función significante de éste les es común. La mente se sirve de las imágenes contenidas en la experiencia para simbolizar algo. En el lenguaje, por ejemplo, las palabras son imágenes a las que asignamos significaciones; o sea, que las usamos como símbolos. Del mismo modo que la intuición y el concepto se unifican en el "esquema" de Kant, en el símbolo de Cassirer se unifican lo sensorial de la palabra con lo intelectual de su significado. El símbolo permite que el hombre distinga entre lo real y lo posible, y esta importantísima distinción fue formulada por Kant en su Crítica, del juicio. Los animales se limitan a reaccionar a los estímulos de la naturaleza; en cambio —decía Kant— los hombres, por discurrir con dos elementos heterogéneos, la intuición y el concepto, somos capaces de crear una imagen particular (símbolo, en el lenguaje de Cassirer) que representa una síntesis de contenidos de experiencia; y esa representación diferencia entre las cosas reales, actuales, y las cosas posibles, ideales. El símbolo está lleno de un significado que le ha sido conferido por una experiencia pero no existe como parte del mundo físico. Cassirer también retiene de Kant el principio de la autonomía del arte y la idea de que la contemplación estética es enteramente indiferente a la existencia o no existencia del objeto contemplado.
Siendo animales sociales, la convivencia nos acondiciona para comunicarnos con símbolos sobreentendidos por todos los miembros de nuestra comunidad. Por convención social aceptamos que tal símbolo sea asignado a tal realidad. La realidad queda así sustituida por una fórmula abstracta. El hombre, pues, no se entrega a la naturaleza con la inmediatez de los .demás animales. Cassirer lo define como "animal symbolicum". Los otros animales reaccionan solamente con señales que son concomitantes de una situación natural inmediata. Los símbolos que sólo el hombre es capaz de formular pertenecen a un mundo de significaciones: el de los conceptos. El hombre interpone entre él y la naturaleza una red de símbolos a la que llamamos "cultura": lenguaje, mitos, artes, religiones, historia, filosofía, ciencia son formas simbólicas que lejos de imitar la realidad la construyen como objeto de aprehensión intelectual. En palabras de Cassirer: "la realidad física parece retroceder en proporción a los avances de la actividad simbólica del hombre. En vez de tratar directamente con las cosas el hombre, en cierto sentido, conversa consigo mismo. Se ha envuelto tanto en formas lingüísticas, imágenes artísticas, símbolos míticos o ritos religiosos que ya no puede ver o conocer sino a través de ese medio artificial. Tanto en el orden teórico como en el práctico el hombre no vive en un mundo de hechos crudos o de acuerdo con sus inmediatos deseos y necesidades: vive más bien en medio de emociones imaginarias, en esperanzas y temores, en ilusiones y desilusiones, en sus fantasías y sueños" (An Essay on Man.).
La facultad más importante del hombre para la organización de su cultura es la de la palabra. Después de todo, los únicos objetos que conocemos son los concebidos lingüísticamente. La clasificación de la realidad emprendida por religiones, artes, ciencias y otras disciplinas presupone la actividad simbolizadora del lenguaje. Y Cassirer señala sus dos tendencias divergentes: una "discursiva", que parte de un concepto y, expandiendo cada vez más su área de generalizaciones, llega a un sistema de explicaciones lógicas; y otra tendencia, "metafórica", que se concentra en la expresión de una experiencia personal mediante imágenes concretas. En la tendencia discursiva el poder de la lógica reduce a frío esqueleto la riqueza y la plenitud de la experiencia original. En la tendencia metafórica, en cambio, el poder artístico libera la vida en forma de ficción: "mundo de ilusión y fantasía —dice Cassirer— donde los sentimientos puros pueden expresarse rica y plenamente" ("El poder de k metáfora", Lenguaje y mito; léase también el penetrante capítulo "Arte" en An Essay on Man).
1.5. Transformación simbólica de la realidad
Dije que volvería a las aulas estudiantiles para orientarme con los viejos maestros: Kant, Croce, Cassirer... No sé si ahora que lo he hecho estoy de veras bien orientado pero por lo menos me siento con fuerzas para acometer este capítulo que se propone definir la literatura como ficción, y el cuento, como ficción por excelencia.
Qué es la realidad en sí, no sé. Ni siquiera sé cómo es la realidad que me toca más de cerca: el planeta Tierra, la vida, mis congéneres, yo mismo. Es evidente que existo en una circunstancia real en la que hay otros hombres como yo pero no podría demostrarlo con argumentos racionales. Supongo que no necesito demostrarlo porque, según parece, mi evidencia es común a la especie humana. La evidencia de que existimos en un mundo real se nos da en una actividad nerviosa a la que llamamos "conciencia". Analizándola creo saber que apenas nacemos empezamos a llenarnos de sensaciones y a reaccionar con señales. Estas señales naturales —gestos, gritos, lágrimas, risas— responden directamente a estímulos momentáneos. Son meros síntomas de un estado de la sensibilidad. Hasta este punto, nuestros mensajes sensoriales son iguales a los de otros animales. Pero más que otros animales el hombre está dotado de una organización nerviosa que le permite producir, no sólo señales, sino también símbolos (Apostillas).
El término "símbolo" no significa lo mismo en antropología que en estética, en lógica que en sociología, en lingüística que en psicología; y aun dentro de la misma disciplina cada estudioso define "símbolo" según la escuela teórica a la que está afiliado. Valga, para el propósito de este estudio, la definición de símbolo como forma mental abstraída de nuestra experiencia, abstraída del fluir de percepciones, sentimientos, imágenes que un individuo experimenta en un momento dado (17.4.). El símbolo también es un signo, pero es un signo muy especial que en un nivel superior de la mente opera con un mayor grado de abstracción. Mientras el signo natural indica cosas, está adherido a cosas, el símbolo las representa, las sustituye. Uno nota y selecciona esas cosas en una experiencia; en un proceso de impresiones y expresiones, de repeticiones y analogías lo experimentado se traduce en imágenes e ideas que aluden a una realidad ausente. Y aparece el símbolo, que se refiere a algo que está más allá de sí mismo y nos abre el reino de las significaciones. Hay símbolos rituales, artísticos, oníricos y —los de más poder transformador— símbolos lingüísticos. Gracias a los símbolos el hombre cobra conciencia de su circunstancia y de sí mismo: se despega de la realidad en que vive, la pone en perspectiva, la concibe, la evoca a voluntad cuando no la tiene ante los ojos y se la representa teóricamente. Nuestras experiencias totales, móviles, concretas, únicas, irrepetibles e indivisas fluyen con nuestra vida y son inefables como la vida misma. Inefables por más que podamos hablar de ellas y aun fabularlas. Para eso tenemos el privilegio del lenguaje. Al hablar ordenamos el mundo, tanto el mundo del yo como el del no-yo —ambos sumidos en la esfera de nuestra conciencia— y construimos una realidad objetiva. Objetiva porque es objeto de nuestra contemplación y subjetiva porque ocurre en la mente. Lengua es el sistema de palabras que usan quienes están hablando. Nunca podremos sorprender la lengua fuera del hablar individual; y como al hablar la intención de una persona es ser respondida por otra, el proceso lingüístico pone en tensión la íntima condición social del hombre y el espíritu se objetiva en símbolos culturales. Pero estos símbolos, por físicos que parezcan, no son exteriores a nuestra vida psíquica: sólo tienen sentido dentro del circuito espiritual que se establece entre el hablante y el oyente. Siendo el habla una actividad ideal del hablante y del oyente, los símbolos verbales (que en lingüística llamamos "palabras") no son parte de las cosas sino abstracciones de nuestra experiencia de las cosas. Con esas abstracciones organizamos nuestro lenguaje simbólico y construimos nuestro mundo. Instalados en él, procuramos tomar posesión de la naturaleza exterior y de nuestra propia intimidad.
Y ya es hora de que enderecemos hacia el fin de este capítulo, que es presentar la literatura como ficción.
Paradigma de la capacidad simbolizadora es el lenguaje verbal-mente articulado: actividad de un hablante para hacerse comprender por un oyente y actividad de un oyente para comprender lo que le quiere decir el hablante. Este circuito se realiza a través de un medio físico, que es el de las palabras. El proceso del lenguaje podría descomponerse en tres fases:
a) actividad psicofísica de un ser humano que produce...
b) un símbolo o serie de símbolos que pueden ser interpretados por...
c) la actividad psicofísica de otro ser humano.
Sustituyamos el circuito hablante-habla-oyente por el de escritor-texto-lector y veamos la diferencia entre lo no literario y lo literario.
1.6. Lo no literario
El escritor no literario abstrae de su experiencia un elemento común a otras experiencias suyas y también común a las experiencias de otras personas; generaliza ese elemento y con él se refiere a un objeto públicamente reconocible. En su experiencia real ese elemento estaba acompañado por una multiplicidad de impresiones, pero ahora el escritor hace caso omiso de todo lo que no sea el elemento discriminado en una operación lógica y forma así un concepto, un juicio, un razonamiento. En el texto que ha escrito el escritor a-literario no revela su experiencia total, dentro de la que se dio aquel elemento, sino que se refiere al elemento aislado. Para comunicar el armazón intelectual de su pensamiento sacrifica la riqueza infinita de su experiencia individual, viva, íntima, concreta. Si la sacrifica es porque lo que está haciendo no es literatura.
No literaria es la comunicación lógica —en obras de ciencia, filosofía, historia, técnica, política, etc.— de un saber abstraído de la experiencia humana. El científico, el filósofo, el historiador, el técnico, el político se especializan en relacionar ciertos objetos representados en sus conciencias. Desde luego que estas especializaciones son humanas pero lo que las caracteriza es que surgen, no del hombre en cuanto hombre, entero, pleno, completo, sino de un hombre sofisticado que, en su afán de llegar por vía racional a la verdad, se limita a sí mismo y se dedica a conocer sólo parcelas. Los escritores que no hacen literatura continúan, en una actitud impersonal y objetiva, la tendencia del lenguaje a acrecentar su poder abstracto y genera-lizador. Todas las palabras son conceptos en el sentido de que significan, no una experiencia concreta, sino elementos abstraídos de esa experiencia.
El lenguaje no literario tiende a descartar lo que no sea ajustada referencia a sus objetos; estos objetos son discriminados mediante un riguroso proceso lógico hasta que la proposición alcanza validez general. Hay muchas maneras de comunicar el armazón lógico de nuestro pensamiento. El científico, al preparar su informe, puede elegir una frase u otra, sacándola de un almacén lingüístico en disponibilidad; y aun puede traducir su informe de una lengua a otra sin que su contenido se altere. El uso individual y social de la lengua a lo largo de la historia ha cargado las palabras con significaciones equívocas. Cuando esas palabras le estorban, el científico, interesado en salvar su esfuerzo intelectual, busca símbolos más adecuados. Formula entonces sus conceptos en un lenguaje técnico, universal: por ejemplo, el de la química, el de las matemáticas. Las matemáticas constituyen el lenguaje más desarrollado en esta dirección: se especializa en relaciones abstraídas de la experiencia humana, tan exactas que son reconocidas públicamente. El matemático no nos habla de sí, sino -de relaciones que, apenas enunciadas, resultan valer para todo el mundo. De hecho, todos los escritores que no hacen literatura marchan de abstracción en abstracción hacia un alto grado de generalidad. Comunican un conocimiento conceptual.
1.7. Lo literario
El escritor abstrae de su experiencia, no un elemento público, universal, sino elementos privados, particulares. Son tan numerosos, están tan bien seleccionados, se los ha estructurado en una sintaxis tan bien ceñida a los ondulantes movimientos del ánimo, se los ha revestido con un estilo tan imaginativo y rico en metáforas que todos los elementos juntos equivalen casi a rendir la experiencia completa. Esto ya no es comunicación lógica y práctica, sino expresión estética, poética. Los símbolos ya no son referenciales, como en lo no literario, sino evocativos. El conocimiento ya no es conceptual sino intuitivo. En vez de despegarse de la experiencia que tuvo el autor, los símbolos se quedan cerca de esa plena, rica, honda, intensa, imaginativa, creadora experiencia. Son símbolos pegados a las percepciones, sentimientos, ideas, pensamientos de una experiencia particular vivida por una persona en cierto momento. He visto un colibrí. ¿Diré: "vi un pájaro"? Si lo digo estoy comunicando una oración enunciativa y nada más. La palabra "pájaro" no rinde la totalidad de mi experiencia sino que apunta a un concepto que es el común denominador de innumerables pájaros en las experiencias de muchas personas. Pero en mi experiencia no fue un pájaro cualquiera. Yo era niño, y en una mañana de primavera vi por primera vez en el jardín de mi casa en La Plata, un colibrí: dejó temblando una flor y se fue rasgando con un ala la seda del aire. Intuí no solamente el colibrí, sino también el pudor de la flor, la sorpresa del cielo, mi envidia por la libertad y audacia de ese colibrí único: si consiguiera objetivar en palabras esta experiencia personal haría literatura.
Los escritores que hacen literatura expresan la experiencia total del hombre en cuanto hombre: una experiencia personal, privada, rica en matices y relieves. El poeta, por ejemplo, no tiene más remedio que expresar una experiencia concreta con palabras que son abstractas. ¡Ojalá pudiera simbolizar intuiciones siempre nuevas con palabras también nuevas! Pero sus intuiciones son inefables, y si las cifrara en un símbolo recién inventado nadie lo entendería pues no hay dos experiencias que sean iguales. Entonces, a pesar del medio lingüístico que le resiste, el poeta se lanza a la aventura y con metáforas y otras alusiones a su íntima visión logra salir más o menos \ictorioso. Su poema ha cristalizado en una unidad indivisible. Este poema no se deja separar en un fondo y una forma porque nació como imagen verbal. Por eso la poesía, a diferencia de la ciencia, no puede traducirse.
En resumen. Así como usamos la lengua para comunicar los contenidos lógicos de nuestra conciencia, y esa tendencia recibe una forma purificada en las ciencias y su mayor desarrollo abstracto en las matemáticas, también podemos expresar nuestra vida interior: en la confidencia tratamos de sacar a luz nuestra intimidad, y a la objetivación de esa intimidad la llamamos poesía.
La lengua discursiva y el estilo poético son logros de nuestra voluntad. En el proceso real de la lengua el uso discursivo y el uso poético coexisten pero es cómodo —y no demasiado arbitrario— señalar una tendencia comunicativa y otra expresiva: una hacia la comunicación conceptual de la ciencia, otra hacia la expresión intuitiva de la poesía. El científico se defiende contra las imágenes que se deslizan en su lengua y amenazan con subjetivar sus clasificaciones lógicas; el poeta se defiende contra los conceptos ya formados en la lengua, pues amenazan con impersonalizar sus visiones. Comunicamos (o procuramos comunicar) abstracciones de lo público, común, lógico y universal de nuestras experiencias; expresamos (o procuramos expresar) la experiencia misma, concreta, viva, completa, rica, privada. En la ciencia nos interesa ante todo la verdad; en la poesía, lo que más importa es la belleza.