lunes, 5 de septiembre de 2011

MIERCOLES DIEZ P M

En invierno, la noche vacía los colectivos o los llena de improviso.
Sin hablar, entiendo. Tambien yo regreso. Me encuentro siempre con dos pasajeros.
En el primer asiento individual, la mujer rubia, lacia hasta los codos. Blanca y delgada. Las pestañas espesas, negrísimas. Pómulos salientes. Sus labios gruesos sin pintura, ocuparían la mitad de su cara, si los abriera como para gritar.
Manos nervudas, alargadas; un anillo en cada dedo y con las uñas cortas pintadas de oscuro, las manos sobre la minifalda de nobuk oscuro con flecos. Botas de cuero negras. En su regazo una cartera color crema. Alza su bolso floreado del suelo y come unos bocados.

No evito recordar otra mujer sentada en Plaza Flores.
Media cara derruida, cargaba una peluca de bucles oscuros.
Siempre a la vera del arenero, bajo un arbusto.

En el colectivo – delante de mí, un muchacho. Pelo corto, tupido y oscuro. Alto e inclinado sobre sus piernas, sentado también, habla por celular. Quizá tenga treinta años, vestido con equipo deportivo negro.
- Cuidáte, amor. Cuidáte. Te amo, te amo. Te amo.
Parece que hablara para sí, en un sollozo. Cada noche su voz, para quien llama o lo llame a esa misma hora, las mismas palabras en el mismo tono. Su gran mochila descosida ocupa el asiento contiguo.

Todas las noches en silencio una mujer platinada cena en el colectivo. El taperware sobre muslos torneados por medias de red. Se mueve su pelo con raíces negras pero no giran sus ojos saltones.
Todas las noches habla por celular un joven sucio, aburrido de mentir.


Espero que comenten algo.
Gracias
Ma. Cristina

2 comentarios:

  1. Es interesante, hay un clima logrado entre la soledad del invierno, la noche y el colectivo. Pero yo buscaría un poco mas de intimidad con esos dos "pasajeros". No solo el describirlos, también el compartir un poquito más esas vivencias (de hecho esta bosquejado) creo que falta que el narrador se involucre más en la historia, de algún modo.
    En el taller la seguimos.
    Ricardo

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  2. Gracias, Ricardo. Recien veo este comentario. Lo aprecio.

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